terça-feira, 10 de abril de 2007

São Gregório de Nissa

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La fecha del nacimiento de San Gregorio de Nisa no se puede afirmar con precisión, pero debió ocurrir entre los años 331 a 335. Por linea paterna descendía de una familia de antigua raigambre cristiana, originaria del Ponto, que había sufrido persecución por confesar la fe; y por línea materna, de una familia de Capadocia que destacaba en la vida militar y civil. Tres de sus hermanos—Macrina, Basilio (llamado el Grande) y Pedro—son venerados como Santos por la Iglesia.

La educación de Gregorio corrió a cargo de su hermano mayor, Basilio. Fue profesor de Retórica, pero animado por sus amigos, en especial por el que luego sería San Gregorio Nacianceno, se retiró al monasterio de Iris, en el Ponto, para dedicarse a prácticas ascéticas y al estudio de la Teología. Su hermano Basilio, metropolita de Cesarea, le consagró obispo en el año 371, para ocupar la sede de Nisa. Por su fidelidad al Concilio de Nicea, fue depuesto por un sínodo de obispos arrianos, celebrado en su ausencia con la ayuda del gobernador del Ponto. Muerto el Emperador Valente, que era arriano, San Gregorio volvió a su sede, y en el año 381 tomó parte muy activa—con San Gregorio Nacianceno—en el Concilio I de Constantinopla, que resolvió definitivamente la cuestión arriana, reafirmando la fe de Nicea y exponiendo la divinidad y consustancialidad del Espíritu Santo. En sus últimos años, se le nombró Arzobispo de Sebaste y redactó los escritos más memorables de su doctrina espiritual, hasta su fallecimiento en el 394.

Su producción literaria no comienza antes del 370, en plena madurez. Tiene escritos de carácter teológico, exegético, homilético y ascético.

Su obra titulada La creación del hombre pertenece al género exegético, y la escribió a instancias de su hermano Pedro, obispo de Sebaste, con el fin de completar las homilías de San Basilio sobre los seis días de la creación, que narra el Génesis. El texto que se recoge es un comentario a la creación del hombre, hecho por Dios a su imagen y semejanza, lo que constituye su mayor dignidad y su máxima excelencia sobre las demás criaturas terrenas.

La profundidad de las obras de San Gregorio de Nisa, que escribió también libros de teología mística, le han valido el sobrenombre de el teólogo, con que es conocido especialmente entre los griegos.

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