terça-feira, 30 de outubro de 2007

Mensagem de Natal

Esse post é dedicado ao Pedro.

"Nada expressa melhor o sentido do Natal do que essa angústia, essa inquietação, esse pressentimento sombrio que antecedem o nascimento de Cristo.
É um simbolismo eterno que se repete nos fatos materiais da vida. Os dias que precedem o Natal são os da matança dos inocentes, da fuga para  o deserto, da Sagrada Família a bater em vão de porta em porta, em demanda  de um abrigo inexistente.


Um Deus vai nascer. O mundo treme e se apressa, como Herodes, para tentar  matá-Lo.
Não poderiam ser dias felizes. São os mais inquietantes do ano. Nem mesmo a  Sexta-Feira Santa é tão triste, porque o fato da morte vem com a certeza da  Ressurreição. Mas, quando um Deus vai nascer, tudo é incerto. O nascimento de um Deus é a morte de um mundo que não voltará à existência  depois de haver-se dissipado no nada. E ainda não se sabe o que virá  depois. Tudo aí é possível: as esperanças mais insensatas acotovelam-se aos  temores mais alarmantes, na expectativa de algo que não se sabe o que é,  mas que será decisivo. É a hora antes da aurora, a hora do lobo: o  predador, no lusco-fusco, ainda não sabe se vai caçar ou ser caçado.


O nascimento de um Deus é um anúncio do Juízo Final. Antecipadamente, há  choro e ranger de dentes. A humanidade agita-se, tentando em vão fugir do  peso de seus pecados. Cada um quer fingir para si mesmo que está bem, que  nada teme, que sua conta bancária, sua mesa farta, sua família feliz são um  atestado de garantia contra a danação eterna.


Parecendo negar a profecia, a agitação moderna não faz senão obedecê-la e  confirmá-la.
Mas eu seria o último a ver na corrida aos presentes apenas um  divertissement no sentido pascaliano, uma fuga ao sentido da vida. Ela é  também, nessa hora incerta, a afirmação de uma esperança. O Deus que vai  nascer pode não ser um juiz, mas um salvador. Não um castigo, mas um dom.


Ninguém o pode garantir antecipadamente. Comprar presentes, no meio da  angústia e da correria do mundo, é um ato de confiança na promessa das  Escrituras. Sem saber ainda o que vai acontecer, dispomo-nos a celebrá-lo  como um dom. Provemo-nos também dos dons que pretendemos ofertar, símbolos  miúdos do grande dom divino que esperamos.


Mas a incerteza nem por isso se dissipa.


Mesmo quando surge a estrela, anunciando o nascimento do Salvador, nem  todos atinam com o que está se passando. De início, só os sábios e os  pastores o compreendem. É na esperança de ser um deles que acorremos às  lojas, comprando o ouro, o incenso e a mirra com que mostraremos  reconhecer, nos entes queridos a quem presenteamos, a imagem do Menino Deus  recém-nascido.


Quer o saibamos ou não, o símbolo primordial molda nossas vidas,  reproduzindo-se e multiplicando-se em milhões de lares, por baixo de toda  agitação mundana que, parecendo negá-lo, o reafirma soberanamente.

A deusa história, a modernidade, nada pode contra isso. Ela não é senão  imagem e semelhança daquilo que nega. Afinal, quê poderia confirmar mais  plenamente o nascer do Sol do que o movimento das sombras que deslizam pelo  chão?
Qualquer que seja o rumo da História, a Palavra que a moldou antecipadamente não passará. "


Olavo de Carvalho- 2001

quarta-feira, 24 de outubro de 2007

São Cirilo e São Metódio




Eran dos hermanos. En el mundo se llamaban Constanino y Miguel. Recibieron sus nombres de Cirilo y Metodio al entrar a la vida religiosa.

Son los dos grandes apóstoles de los países eslavos, como por ejemplo: Yugoslavia, Checoslovaquia, Bulgaria, Serbia, Croacia, etc.

Nacieron en Tesalónica, Grecia. Su padre era un importante funcionario gubernamental. En su ciudad se hablaban varios idiomas, y entre ellos el eslavo. Fueron siete hermanos. Metodio era el mayor y Cirilo el menor de todos.


Cirilo y Metodio ejercieron su misión evangelizadora en el imperio de la Gran Moravia. Este Estado surgió a comienzos del siglo noveno. Su centro se hallaba en Moravia, en la actualidad parte oriental de la República Checa. También pertenecían a la Gran Moravia territorios eslovacos y su influencia se extendía hasta Bohemia.

En la Gran Moravia propagaban el cristianismo misioneros de Italia Septentrional y principalmente de la vecina Baviera. A mediados del siglo noveno Moravia ya era cristiana, mas el príncipe Rostislav, deseando obtener plena independencia con respecto al imperio franco oriental - la posterior Alemania-, solicitó al emperador de Bizancio, Miguel III, de Constantinopla, el envío de sacerdotes cultos que afianzasen el cristianismo en la Gran Moravia y estableciesen una organización eclesiástica independiente de Baviera. El emperador de Bizancio encargó la misión a dos cultos hermanos, Cirilo y Metodio, oriundos de Salónica, que dominaban la lengua eslava.

Cirilo y Metodio llegaron al imperio de la Gran Moravia en el año 863 y desarrollaron aquí una extraordinaria labor religiosa y cultural. Los hermanos Cirilo y Metodio nacieron en el seno de una familia griega radicada en Salónica. Cirilo cuya labor misionera en la Gran Moravia se extendiera durante cuatro años, aportó grande y fundamentalmente la cultura granmorava, así por ejemplo, el alfabeto compuesto de 38 letras, el que reflejaba la gran riqueza sonora del eslavo antiguo. La escritura eslava de Cirilo recibió el nombre de glagólica.

Cirilo es también el fundador de la literatura eslava. Elaborada la escritura eslava, de inmediato se enfrascó en la traducción de libros religiosos al eslavo antiguo. El primer libro traducido por Cirilo fue el evangeliario, elemento indispensable para celebrar las misas y para la catequesis. Con ayuda de sus discípulos vertió al eslavo antiguo también el misal, el apostolario y otros libros litúrgicos.

Al concluir en Moravia la traducción de los cuatro evangelios, Cirilo escribió el prólogo de esta obra, llamado Proglas. Se trata de una composición poética, escrita en versos, según los cánones griegos, considerada una obra fundamental de la literatura eslava.

Terminados sus cuatro años misioneros en la Gran Moravia, Cirilo viajó a Roma e ingresó en un convento de monjes griegos. Falleció a los 50 días de su estancia en la Ciudad Eterna, el 14 de febrero del 869. Al morir, el primer educador y maestro de los eslavos tenía tan sólo 42 años.

Metodio, hermano de Cirilo y colaborador en la misión en la Gran Moravia, nació alrededor del año 815, también en Salónica. El padre lo destinó a la carrera militar para la cual Metodio tenía notables dotes.

Disgustado por violentos sucesos en la corte bizantina, Metodio renunció al puesto de comandante militar e ingresó en un convento ubicado al pie del Olimpo. Metodio se desempeñó cómo archidiácono del templo de Hagia Sofia, de Constantinopla,y como profesor de filosofía.

Metodio fue el arzobispo metropolitano de los granmoravos, aunque no siempre encontró la comprensión y el respaldo del príncipe de la Gran Moravia, Svatopluk.

Bajo la dirección de Metodio se desarrolló la escuela literaria morava de la cual salieron las traducciones al eslavo antiguo de todos los libros del Viejo y del Nuevo Testamento. La traducción de las Sagradas Escrituras fue realizada en la Gran Moravia en ocho meses. Metodio la dictó a los escribanos que utilizaban una especie de taquigrafía.

San Metodio murió el 6 de abril del año 885 y fue enterrado en su templo metropolitano en Moravia. La tradición sitúa el lugar de su sepultura en Velehrad, Moravia del Sur. Sin embargo, el desmoronamiento del imperio de la Gran Moravia como consecuencia de las incursiones de los magiares ocasionó la destrucción de los asentamientos.



*Información de Radio Praga.

Santa Escolástica




Era hermana gemela de San Benito, el santo que fundó la primera comunidad religiosa de occidente. Nació el año 480, en Nursia, Italia.
Desde muy joven se dedicó también ella a la vida religiosa y fue superiora de un convento de monjas. Su hermano dirigía un gran convento para hombres en el Monte Casino, y Escolástica fundó un convento para mujeres a los pies de ese mismo monte.

Aunque eran hermanos y se amaban mucho, sin embargo San Benito no iba a visitar a Escolástica sino una vez cada año, pues él era muy mortificado en hacer visitas. El día de la visita lo pasaban los dos hablando de temas espirituales.

Pocos días antes de la muerte de la santa fue su hermano a visitarla y después de haber pasado el día entero en charlas religiosas, el santo se despidió y se dispuso a volver al monasterio. Era el primer jueves de Cuaresma del año 547.

Escolástica le pidió a San Benito que se quedara aquella noche charlando con ella acerca del cielo y de Dios. Pero el santo le respondió: ¿Cómo se te ocurre hermana semejante petición? ¿No sabes que nuestros reglamentos nos prohiben pasar la noche fuera del convento? Entonces ella juntó sus manos y se quedó con la cabeza inclinada, orando a Dios. Y en seguida se desató una tormenta tan espantosa y un aguacero tan violento, que San Benito y los dos monjes que lo acompañaban no pudieron ni siquiera intentar volver aquella noche a su convento. Y la santa le dijo emocionada: "¿Ves hermano? Te rogué a ti y no quisiste hacerme caso. Le rogué a Dios, y El sí atendió mi petición".

Y pasaron toda aquella noche rezando y hablando de Dios y de la Vida Eterna.

Benito volvió a su convento de Monte Casino y a los tres días, al asomarse a la ventana de su celda vio una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo. Entonces por inspiración divina supo que era el alma de su hermana que viajaba hacia la eternidad feliz. Envió a unos de sus monjes a que trajeran su cadáver, y lo hizo enterrar en la tumba que se había preparado para él mismo. Pocos días después murió también el santo. Así estos dos hermanos que vivieron toda la vida tan unidos espiritualmente, quedaron juntos en la tumba, mientras sus almas cantan eternamente las alabanzas a Dios en el cielo.

El trabajo ofrecido por Dios es una gran oración (San Benito).

terça-feira, 23 de outubro de 2007

Santo Ildefonso




El nombre "Ildefonso" significa "preparado para el combate".

San Ildefonso ha sido considerado como una de las glorias de la Iglesia Española. Sobrino de San Eugenio y discípulo de San Isidro, fue escogido por el pueblo para ser arzobispo de Toledo, que era en ese tiempo la capital de España.

Escribió un famoso libro acerca de la Virginidad de María, y por su gran devoción a la Madre de Dios fue llamado "El Capellán de la Virgen". Se cuenta que Nuestra Señora se le apareció para felicitarlo y darle las gracias por haber hablado tan fervorosamente acerca de Ella y que le regaló un ornamento de celebrar la Santa Misa. En los cuadros antiguos se pinta a San Ildefonso, recibiendo el ornamento de manos de la Santísima Virgen.

San Ildefonso ha sido llamado "Doctor de la Virginidad de María".

Si tu haces algo por la Virgen María, la Virgen María hará mucho más por ti.

São Vicente




Vicente significa: "Vencedor, victorioso".

San Vicente era un diácono español, y su martirio se hizo tan famoso que San Agustín le dedicó cuatro sermones y dice de él que no hay provincia donde no le celebren su fiesta. Roma levantó tres iglesias en honor de San Vicente y el Papa San León lo estimaba muchísimo. El poeta Prudencio compuso en honor de este mártir un himno muy famoso.

Era diácono o ayudante del obispo de Zaragoza, San Valerio. (Diácono es el grado inmediatamente inferior al sacerdocio). Como el obispo tenía dificultades para hablar bien, encargaba a Vicente la predicación de la doctrina cristiana, lo cual hacía con gran entusiasmo y consiguiendo grandes éxitos por su elocuencia y su santidad.

El emperador Diocleciano decretó la persecución contra los cristianos, y el gobernador Daciano hizo poner presos al obispo Valerio y a su secretario Vicente y fueron llevados prisioneros a Valencia. No se atrevieron a juzgarlos en Zaragoza porque allí la gente los quería mucho. En la cárcel les hicieron sufrir mucha hambre y espantosas torturas para ver si renegaban de la religión. Pero cuando fueron llevados ante el tribunal, Vicente habló con tan grande entusiasmo en favor de Jesucristo, que el gobernador regañó a los carceleros por no haberlo debilitado más con más atroces sufrimientos. Les ofrecieron muchos regalos y premios si dejaban la religión de Cristo y se pasaban a la religión pagana. El obispo encargó a Vicente para que hablara en nombre de los dos, y éste dijo: "Estamos dispuestos a padecer todos los sufrimientos posibles con tal de permanecer fieles a la religión de Nuestro Señor Jesucristo". Entonces el perseguidor Daciano desterró al obispo y se dedicó a hacer sufrir a Vicente las más espantosas torturas para tratar de hacerlo abandonar su santa religión.

El primer martirio fue un tormento llamado "el potro", que consistía en amarrarles cables a los pies y a las manos y tirar en cuatro direcciones distintas al mismo tiempo. Este tormento hacía que se desanimaran todos los que no fueran muy valientes. Pero Vicente, fiel a su nombre, que también significa "valeroso", aguantó este terrible suplicio rezando y sin dejar de proclamar su amor a Jesucristo.

El segundo tormento fue apalearlo. El cuerpo de Vicente quedó masacrado y envuelto en sangre. Pero siguió declarando que no admitía más dioses que el Dios verdadero, ni más religión sino la de Cristo. El mismo jefe de los verdugos se quedó admirado ante el valor increíble de este mártir.

Entonces el gobernador le pidió que ahora sí le dijera dónde estaban las Sagradas Escrituras de los cristianos para quemarlas. Vicente dijo que prefería morir antes que decirle este secreto.

Y vino el tercer tormento: la parrilla al rojo vivo. Lo extendieron sobre una parrilla calientísima erizada de picos al rojo vivo. Los verdugos echaban sal a sus heridas y esto le hacía sufrir mucho más. Y en todo este feroz tormento, Vicente no hacía sino alabar y bendecir a Dios.

San Agustín dice: "El que sufría era Vicente, pero el que le daba tan grande valor era Dios. Su carne al quemarse le hacía llorar y su espíritu al sentir que sufría por Dios, le hacía cantar". Si no hubiera sido porque Nuestro Señor le concedió un valor extraordinario, Vicente no habría sido capaz de aguantar tantos tormentos. Pero Dios cuando manda una pena, concede también el valor para sobrellevarla.

El tirano mandó que lo llevaran a un oscuro calabozo cuyo piso estaba lleno de vidrios cortantes y que lo dejaran amarrado y de pie hasta el día siguiente para seguirlo atormentando para ver si abandonaba la religión de Cristo. El poeta Prudencio dice: "El calabozo era un lugar más negro que las mismas tinieblas; un covacho que formaban las estrechas piedras de una bóveda inmunda; era una noche eterna donde nunca penetraba la luz".

Interviene Dios. Pero a medianoche el calabozo se llenó de luz. A Vicente se le soltaron las cadenas. El piso se cubrió de flores. Se oyeron músicas celestiales. Y una voz le dijo: "Ven valeroso mártir a unirte en el cielo con el grupo de los que aman a Nuestro Señor". Al oír este hermoso mensaje, San Vicente se murió de emoción. el carcelero se convirtió al cristianismo, y el perseguidor lloró de rabia al día siguiente al sentirse vencido por este valeroso diácono.

Santo Antônio Abade




Conocemos la vida del abad Antonio, cuyo nombre significa "floreciente" y al que la tradición llama el Grande, principalmente a través de la biografía redactada por su discípulo y admirador, san Atanasio, a fines del siglo IV.

Este escrito, fiel a los estilos literarios de la época y ateniéndose a las concepciones entonces vigentes acerca de la espiritualidad, subraya en la vida de Antonio -más allá de los datos maravillosos- la permanente entrega a Dios en un género de consagración del cual él no es históricamente el primero, pero sí el prototipo, y esto no sólo por la inmensa influencia de la obrita de Atanasio.

En su juventud, Antonio, que era egipcio e hijo de acaudalados campesinos, se sintió conmovido por las palabras de Jesús, que le llegaron en el marco de una celebración eucarística: "Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres...".

Así lo hizo el rico heredero, reservando sólo parte para una hermana, a la que entregó, parece, al cuidado de unas vírgenes consagradas.

Llevó inicialmente vida apartada en su propia aldea, pero pronto se marchó al desierto, adiestrándose en las prácticas eremíticas junto a un cierto Pablo, anciano experto en la vida solitaria.

En su busca de soledad y persiguiendo el desarrollo de su experiencia, llegó a fijar su residencia entre unas antiguas tumbas. ¿Por qué esta elección?. Era un gesto profético, liberador. Los hombres de su tiempo -como los de nuestros días - temían desmesuradamente a los cementerios, que creían poblados de demonios. La presencia de Antonio entre los abandonados sepulcros era un claro mentís a tales supersticiones y proclamaba, a su manera, el triunfo de la resurrección. Todo -aún los lugares que más espantan a la naturaleza humana - es de Dios, que en Cristo lo ha redimido todo; la fe descubre siempre nuevas fronteras donde extender la salvación.

Pronto la fama de su ascetismo se propagó y se le unieron muchos fervorosos imitadores, a los que organizó en comunidades de oración y trabajo. Dejando sin embargo esta exitosa obra, se retiró a una soledad más estricta en pos de una caravana de beduinos que se internaba en el desierto.

No sin nuevos esfuerzos y desprendimientos personales, alcanzó la cumbre de sus dones carismáticos, logrando conciliar el ideal de la vida solitaria con la dirección de un monasterio cercano, e incluso viajando a Alejandría para terciar en las interminables controversias arriano-católicas que signaron su siglo.

Sobre todo, Antonio, fue padre de monjes, demostrando en sí mismo la fecundidad del Espíritu. Una multisecular colección de anécdotas, conocidas como "apotegmas" o breves ocurrencias que nos ha legado la tradición, lo revela poseedor de una espiritualidad incisiva, casi intuitiva, pero siempre genial, desnuda como el desierto que es su marco y sobre todo implacablemente fiel a la sustancia de la revelación evangélica. Se conservan algunas de sus cartas, cuyas ideas principales confirman las que Atanasio le atribuye en su "Vida".

Antonio murió muy anciano, hace el año 356, en las laderas del monte Colzim, próximo al mar Rojo; al ignorarse la fecha de su nacimiento, se le ha adjudicado una improbable longevidad, aunque ciertamente alcanzó una edad muy avanzada.

La figura del abad delineó casi definitivamente el ideal monástico que perseguirían muchos fieles de los primeros siglos.

No siendo hombre de estudios, no obstante, demostró con su vida lo esencial de la vida monástica, que intenta ser precisamente una esencialización de la práctica cristiana: una vida bautismal despojada de cualquier aditamento.

Para nosotros, Antonio encierra un mensaje aún válido y actualísimo: el monacato del desierto continúa siendo un desafío: el del seguimiento extremo de Cristo, el de la confianza irrestricta en el poder del Espíritu de Dios.

Santo Hilário de Poitiers




Su nombre significa "sonriente", nació en Poitiers, Francia, hacia el año 315. Sus padres eran nobles, pero gentiles.

Ávido de saber, cultivó las letras y la filosofía. Después dio con los libros sagrados, y el Evangelio de San Juan iluminó su espíritu. En el año 345 recibió el bautismo. Desde entonces vivió con tanta honestidad y virtud que, al fallecer el obispo de Poitiers, fue escogido para ocupar aquella sede. Era el año 350.

El siglo en que vivió Hilario estaba convulsionado por contiendas dogmáticas, sobre todo por la herejía arriana, que afirmaba que el Verbo no era Dios, sino sólo la primera de las criaturas creadas por Dios. Hilario sostenía, de acuerdo con la ortodoxia, la unidad de las tres personas, y que el Verbo divino se había hecho hombre para convertir en hijos de Dios a los que lo recibiesen. Los seguidores de Arrio consiguieron que el emperador Constancio, inficionado de la herejía, desterrase a Hilario a Frigia, provincia romana de Asia, situada en la extremidad del Imperio. Hacia allí se dirigió a fines del 356.

Durante cuatro años recorrió las ciudades de Oriente, discutiendo. "Permanezcamos siempre en el destierro -repetía- con tal que se predique la verdad". Al mismo tiempo enviaba a Occidente su tratado de los Sínodos y en 359 los doce libros Sobre la Trinidad, que se consideraba su mejor obra.

Llamado por una orden general del emperador, asistió al concilio que se realizó en Seleucia de Isauria, ciudad del Asia Menor, en la región montañosa de Tauro. Allí trató Hilario sobre los altos y dificultosos misterios de la fe. Después pasó a Constantinopla, donde en un escrito presenta al emperador como Anticristo.

Considerado como un agitador e intimidados por su intrepidez, sus mismos enemigos trabajaron para echarlo de Oriente. Así volvió Hilario a Poitiers. San Jerónimo refiere el júbilo con que fue recibido por los católicos. Allí realizó una profunda labor de exégesis, en los tratados que escribió sobre los divinos misterios, sobre los salmos y sobre san Mateo. Compuso también himnos y algunos le atribuyeron el "Gloria in excelsis". Según Isidoro de Savella, Hilario fue el primero que introdujo los cánticos en las iglesias de Occidente.

Vuelve a la lucha. En Milán está el arriano Auxencio. Hilario lo combate con su característica intrepidez y es condenado a abandonar Italia bajo pretexto de introducir la discordia en la Iglesia de esa ciudad.

Tuvo Hilario numerosos discípulos, el más ilustre de ellos san Martín de Tours, y muchos fueron los herejes que convirtió. Murió el 13 de enero del año 368. Sus reliquias reposaron en Poitiers hasta el año 1652, en que fueron sacrílegamente quemadas por los hugonotes. Se le ha dado el título de Atanasio de Occidente. San Jerónimo y san Agustín lo llaman gloriosísimo defensor de la fe. Por la profunda influencia que ejerció como escritor, el papa Pío IX, a petición de los obispos reunidos en el sínodo de Burdeos, declaró a san Hilario doctor de la Iglesia.

São Teodósio

Su nombre significa: "Regalo de Dios".
Nació en Turquía en el año de 423.
Sus padres lo acostumbraban desde jovencito a leer cada día con atención una página de la Sagrada Escritura, lo cual le sirvió muchísimo para llegar a la santidad.

Al leer en el Génesis que Abraham agradó a Dios al dejar su patria y su familia para irse a la Tierra Santa a servir al verdadero Dios, dispuso hacer él otro tanto, y dejando sus grandes riquezas y su familia, se fue a Jerusalén.

Antes que todo se fue a visitar al famoso San Simeón el Estilita, el cual le anunció muchas de las cosas que le iban a suceder durante su vida y le dio consejos muy prácticos para saber comportarse bien.

Después de visitar en peregrinación a Jerusalén, Belén y Nazaret, se propuso dedicarse a vivir como un religioso solitario. Pero luego, el temor de tener que vivir sin un director espiritual y por lo tanto quedar expuesto a graves equivocaciones, lo hizo quedarse cerca de Belén, donde vivía el más sabio director de religiosos de esas regiones, el abad Longinos.

Después de ser ordenado sacerdote, recibió de Longinos la orden de encargarse del culto de una iglesia que estaba en el camino entre Jerusalén y Belén. Después de los actos de culto en la iglesia se iba a una cueva solitaria a meditar y rezar.

Pronto vinieron muchos jóvenes a pedirle ser admitidos como religiosos. El recibía a todos aquellos que demostraban estar dispuestos sinceramente a hacer penitencia y convertirse. A uno de sus discípulos, el que después fue obispo de Petra, le debemos los datos que vamos a narrar en seguida.

A sus jóvenes religiosos les hacía cavar ellos mismos su propia sepultura (una pala cada noche cada uno, antes de acostarse diciendo: "Yo he de morir, yo no sé cuándo; yo he de morir, yo no sé dónde; yo he de morir, yo so sé cómo; pero lo que sí sé de cierto es que si muero en pecado mortal me condenaré para siempre"). Esto para que recordaran que somos polvo y en polvo nos hemos de convertir y que "a la hora menos pensada vendrá el Hijo de Dios a tomarnos cuentas y que hay que estar preparados, porque no sabemos ni el día ni la hora".

Cuando terminaron de cavar la primera sepultura, el abad Teodosio, les dijo: "La sepultura ya está lista; ¿quién desea ocuparla?". Un sacerdote llamado Basilio se adelantó y dijo: "Padre, si al buen Dios le parece bien así, yo acepto ser el primero en morir. Pero rezad por mí y dadme la bendición". Teodosio mandó que rezaran por Basilio las oraciones por los moribundos. A los cuatro días el sacerdote cayó muerto de repente, sin haber estado enfermo antes. Pero estaba bien preparado para la muerte.

Un día de pascua no había nada con qué almorzar. Los monjes empezaron a murmurar pero Teodosio les recomendó que tuvieran fe en la Divina Providencia. A medio día llegó una recua de mulas cargadas con alimentos. Nadie supo de dónde llegaron ni quién las envió.

Como la fama de santidad de Teodosio atraía muchos jóvenes que venían a vivir como religiosos, tuvo que hacer tres conventos: uno para los que hablaban griego, otro para los que hablaban idiomas eslavos y el tercero para los de idiomas orientales como hebreo, árabe y persa. Todos cerca de Belén. Los salmos los rezaba cada convento en su propio idioma, pero la Eucaristía la celebraban todos juntos en el templo.

También construyó Teodosio cerca de Belén tres hospitales: uno con ancianato, otro para los que sufrían toda clase de enfermedades, y el tercero para los que padecían enfermedades mentales. Esta idea era muy nueva en esos tiempos y poco frecuente en el mundo.

Eran tantos los enfermos que venían a ser atendidos, que los historiadores de ese tiempo cuentan que hubo días en que llegaron cien enfermos a ser curados. Cuando no había alimentos o medicinas, Teodosio ponía a sus monjes a rezar con toda fe y las ayudas llegaban de las maneras más inesperadas.

Los monasterios dirigidos por San Teodosio eran como una ciudad de santos en el desierto. Todo se hacía a su tiempo y con exactitud, oración, trabajo, descanso, etc. Cada uno se esmeraba por tratar a los demás como deseaba ser tratado por ellos. El silencio era perfecto. Todos estaban obligados a dedicar varias horas del día a trabajos manuales para conseguir lo necesario para alimentar a tanta gente. El Arzobispo de Jerusalén quedó tan admirado de aquel orden y seriedad, que nombró a Teodosio "Superior de todos los religiosos que vivían en Tierra Santa".

El emperador de Constantinopla apoyaba una herejía que le negaba algunas cualidades de Jesucristo, y para que Teodosio lo apoyara le envió una gran cantidad de dinero. Teodosio recibió el dinero y lo repartió entre los pobres pero recorrió toda Palestina diciéndole a la gente cristiana: "El que enseñe algo acerca de Jesucristo, contrario a lo que enseña la Santa Iglesia Católica, sea maldito". Y los sermones de este santo producían efectos maravillosos en los oyentes.

También obtenía milagros de Dios. Una vez una mujer que tenía un tumor maligno incurable, tocó con fe el manto de Teodosio y quedó curada instantáneamente.

El emperador se disgustó porque el abad no apoyaba sus herejías y lo desterró. Pero enseguida murió el emperador, y él que lo reemplazó mandó a nuestro santo que volviera inmediatamente a sus conventos de Belén.

Teodosio enfermó de una afección dolorosísima. Como el había curado a tantos enfermos con su oración, un discípulo le aconsejó que le pidiera a Dios que le quitara la enfermedad. El santo le respondió: "Eso sería falta de paciencia; eso sería no aceptar la santa voluntad del Señor". ¿No sabes que "Todo redunda en bien de los que aman a Dios?".

Cuando sintió que se iba a morir mandó reunir junto a su lecho a sus religiosos y les recomendó vivir de tal manera bien que cada día estuvieran prontos para presentarse ante el Juicio de Dios. Y anunció varios hechos que sucedieron después.

Murió a los 105 años, en el año 529. Era admirable su vigor en la ancianidad, a pesar de que ayunaba y empleaba muchas noches en la oración. De él se pudo decir lo que la S. Biblia afirma de Moisés: "Conservó su robustez y vigor hasta la más avanzada ancianidad".

El Arzobispo de Jerusalén y muchísimos cristianos de esa Ciudad Santa asistieron a su entierro y durante sus funerales se obraron varios milagros.

Lo sepultaron en la cueva en la cual escamparon los Reyes Magos cuando viajaban de Jerusalén a Belén.

São Gregório de Nazianzo




Nace el año 329 de padres piadosos, en Capadocia. Su padre fue elegido obispo de la ciudad de Nacianzo y tuvo cuidado de que su hijo fuese educado en las mejores escuelas y academias de la antigüedad.

Casi diez años pasó Gregorio en Atenas como estudiante y allí cultivó una fiel amistad con Basilio y desarrolló, a la vez, su capacidad para la poesía, literatura y retórica. No cedió a la tentación de vivir entre la vanidad de oradores y filósofos, sino que promovió una profunda vida religiosa, junto con su amigo Basilio.

Al regresar a Nacianzo recibió el Bautismo de manos de su propio padre y, algo más tarde, el Orden sacerdotal para poder ayudarle en la pastoral de la diócesis. Como estaba vacante una diócesis en Asia Menor, su amigo Basilio, ya obispo lo promovió a la dignidad episcopal de esta sede. Gregorio no cumplió con este compromiso y huyó a la soledad de la vida de ermitaño.

Por su gran erudición teológica y sus claros conocimientos en la discutida cristología de los primeros siglos, fue escogido por el Concilio de Constantinopla del año 381 como obispo de esa metrópoli.

Su carácter, demasiado sensible, no soportó las dificultades de la administración de una diócesis. Por segunda vez, renunció a su cargo episcopal y se retiró a Arianz, donde se dedicó a la meditación de los misterios de Dios.

Cuando murió, en el año 390, nos dejó 44 sermones y 244 cartas, que tratan, en especial, sobre la verdadera divinidad del Espíritu Santo y la dignidad de la Virgen como Madre de Dios.

Su inspiración poética nos regaló unos cuatrocientos poemas. Sus sermones y escritos dejaron un tesoro de testimonio ortodoxo, en un tiempo de mucha confusión y lucha.

Con Basilio y el hermano menor de Basilio, que se llama Gregorio de Nisa, los tres recibieron el título de los "Tres capadocios".

São Basílio






Perteneció a una familia de santos. Su abuelo murió mártir en la persecución. La abuela fue Santa Macrina. La mamá: Santa Amelia. La hermana también fue santa. Sus hermanos San Pedro obispo de Sebaste y San Gregorio Niceno. Su mejor amigo San Gregorio Nacianceno (el otro santo que se celebra este día).

Basilio significa: "Rey". Nació en Cesarea de Turquía el año 329. Estudió en Atenas y Constantinopla.

Al ver que su hermana Santa Macrina había fundado un monasterio de monjas y que éstas progresaban mucho en santidad, Basilio se fue a Egipto a aprender de los monjes del desierto el modo de vivir como monje, en soledad; y al volver de allá se hizo monje y redactó sus famosas "Constituciones" que son la primera Regla de vida que se escribió para los religiosos. En ellas enseña cómo vivir en oración, estudio, buenas lecturas y trabajos manuales en un monasterio y cómo hacerse santo en la vida religiosa. En esas "Constituciones" se han basado los más famosos fundadores de Comunidades para redactar los Reglamentos de sus Congregaciones.

Basilio fue elegido Arzobispo de Cesarea, y el delegado del gobierno quiso hacerle renegar de la fe. Varios habían renegado por miedo. Pero nuestro santo le respondió: ¿Qué me vas a poder quitar si no tengo casas ni bienes, pues todo lo repartí entre los pobres? ¿Acaso me vas a atormentar? Es tan débil mi salud que no resistiré ni un día de tormentos sin morir y no podrás seguir atormentándome. ¿Que me vas a desterrar? A cualquier sitio a donde me destierres, allá estará Dios, y donde esté Dios, allí es mi patria, y allí me sentiré contento… El gobernador le respondió admirado: "Jamás nadie me había contestado así". Y Basilio añadió: "Es que jamás te habías encontrado con un obispo". El gobernante no se atrevió a castigarlo porque le pareció que era un gran santo, y porque todo el pueblo lo veneraba inmensamente.

Por su oratoria maravillosa, por sus admirables escritos y por las muchísimas obras que hizo en favor del pueblo, fue llamado "Basilio el Grande". Era amado por cristianos, judíos y paganos. San Gregorio decía: "Cada vez que leo un escrito de Basilio, siento que el Espíritu Santo transforma mi alma". Sus escritos tienen lo que se llama "Unción", o sea la cualidad especial de que conmueven al que los lee.

Además de su arrebatadora elocuencia, Basilio tenía una asombrosa actividad en favor de los necesitados. Fue al primero que se le ocurrió fundar por allí un Hospital para pobres y un ancianato. Todo, todo lo que llegaba lo regalaba a los necesitados.

Estudió mucho la Biblia y sus sermones están llenos de frases de la Sagrada Escritura. Y era especializado en filosofía y en literatura y así sus escritos están redactados de una manera muy sabia y agradable.

Se conservan unas 365 cartas suyas, muy hermosas y de provechosa lectura para el alma.

Su pensamiento dominante después del amor a Dios, era ayudar y hacer que otros ayudaran a los pobres. De San Basilio son aquellas famosas palabras: "Óyeme cristiano que no ayudas al pobre: tú eres un verdadero ladrón. El pan que no necesitas le pertenece al hambriento. Los vestidos que ya no usas le pertenecen al necesitado. El calzado que ya no empleas le pertenece al descalzo. El dinero que gastas en lo que no es necesario es un robo que le estás haciendo al que no tiene con que comprar lo que necesita. Si pudiendo ayudar no ayudas, eres un verdadero ladrón".

Trabajaba y escribía sin cesar. La gente decía: "El obispo Basilio predica a todas horas: en las misas, en las reuniones, en las catequesis, y cuando no está hablando con sus labios, está predicando con las buenas obras que hace en favor de los demás".

Y eso a pesar de la salud tan débil que tenía. Sufría de hepatitis, la cual no le permitía casi alimentarse, hasta tal punto que su piel llegó a tocar sus huesos.

Murió el 1o. De Enero del año 379 cuando sólo tenía 49 años y fue sepultado el 2 de enero, en medio de un gentío tan grande y unos lloros tan impresionantes como nunca se habían presenciado en aquella ciudad capital.

Todos sus escritos y sus sermones tiene por fin hacer que la gente ame más a Dios y se vuelva más santa. Por eso es considerado como el primer escritor ascético del oriente (ascética es la ciencia que enseña a dominarse a sí mismo y a ser santo).

San Gregorio Niacianceno, Arzobispo de Constantinopla, dijo en su discurso el día del entierro: "Basilio santo, nació entre los santos. Basilio pobre vivió pobre entre los pobres. Basilio, hijo de mártires sufrió como un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables".

San Basilio el Grande: ¡Ruega por nosotros!

São João Crisóstomo

A este santo arzobispo de Constantinopla, la gente le puso el apodo de "Crisóstomo" que significa: "boca de oro", porque sus predicaciones eran enormemente apreciadas por sus oyentes. Es el más famoso orador que ha tenido la Iglesia. Su oratoria no ha sido superada después por ninguno de los demás predicadores.

Nació en Antioquía (Siria) en el año 347. Era hijo único de un gran militar y de una mujer virtuosísima, Antusa, que ha sido declarada santa también.

A los 20 años Antusa quedó viuda y aunque era hermosa renunció a un segundo matrimonio para dedicarse por completo a la educación de su hijo Juan.

Desde sus primeros años el jovencito demostró tener admirables cualidades de orador, y en la escuela causaba admiración con sus declamaciones y con las intervenciones en las academias literarias. La mamá lo puso a estudiar bajo la dirección de Libanio, el mejor orador de Antioquía, y pronto hizo tales progresos, que preguntado un día Libanio acerca de quién desearía que fuera su sucesor en el arte de enseñar oratoria, respondió: "Me gustaría que fuera Juan, pero veo que a él le llama más la atención la vida religiosa, que la oratoria en las plazas".

Juan deseaba mucho irse de monje al desierto, pero su madre le rogaba que no la fuera a dejar sola. Entonces para complacerla se quedó en su hogar pero convirtiendo su casa en un monasterio, o sea viviendo allí como si fuera un monje, dedicado al estudio y la oración y a hacer penitencia.

Cuando su madre murió se fue de monje al desierto y allá estuvo seis años rezando, haciendo penitencias y dedicándose a estudiar la S. Biblia. Pero los ayunos tan prolongados, la falta total de toda comodidad, los mosquitos, y la impresionante humedad de esos terrenos le dañaron la salud, y el superior de los monjes le aconsejó que si quería seguir viviendo y ser útil a la sociedad tenía que volver a la ciudad, porque la vida de monje en el desierto no era para una salud como la suya.

El llegar otra vez a Antioquía fue ordenado de sacerdote y el anciano Obispo Flaviano le pidió que lo reemplazara en la predicación. Y empezó pronto a deslumbrar con sus maravillosos sermones. La ciudad de Antioquía tenía unos cien mil cristianos, los cuales no eran demasiado fervorosos. Juan empezó a predicar cada domingo. Después cada tres días. Más tarde cada día y luego varias veces al día. Los templos donde predicaba se llenaban de bote en bote. Frecuentemente sus sermones duraban dos horas, pero a los oyentes les parecían unos pocos minutos, por la magia de su oratoria insuperable. La entonación de su voz era impresionante. Sus temas, siempre tomados de la S. Biblia, el libro que él leía día por día, y meditaba por muchas horas. Sus sermones están coleccionados en 13 volúmenes. Son impresionantemente bellos.

Era un verdadero pescador de almas. Empezaba tratando temas elevados y de pronto descendía rápidamente como un águila hacia las realidades de la vida diaria. Se enfrentaba enardecido contra los vicios y los abusos. Fustigaba y atacaba implacablemente al pecado. Tronaba terrible su fuerte voz contra los que malgastaban su dinero en lujos e inutilidades, mientras los pobres tiritaban de frío y agonizaban de hambre.

El pueblo le escuchaba emocionado y de pronto estallaba en calurosos aplausos, o en estrepitoso llanto el cual se volvía colectivo e incontenible. Los frutos de conversión eran visibles.

San Juan CrisóstomoEl emperador Teodosio decretó nuevos impuestos. El pueblo de Antioquía se disgustó y por ello armó una revuelta y en el colmo de la trifulca derribaron las estatuas del emperador y de su esposa y las arrastraron por las calles. La reacción del gobernante fue terrible. Envió su ejército a dominar la ciudad y con la orden de tomar una venganza espantosa. Entre la gente cundió la alarma y a todos los invadió el terror. El Obispo se fue a Constantinopla, la capital, a implorar el perdón del airado emperador y las multitudes llenaron los templos implorando la ayuda de Dios.

Y fue entonces cuando Juan Crisóstomo aprovechó la ocasión para pronunciar ante aquel populacho sus famosísimos "Discursos de las estatuas" que conmovieron enormemente a sus miles de oyentes logrando conversiones. Esos 21 discursos fueron quizás los mejores de toda su vida y lo hicieron famoso en los países de los alrededores. Su fama llegó hasta la capital del imperio. Y el fervor y la conversión a que hizo llegar a sus fieles cristianos, obtuvieron que las oraciones fueran escuchadas por Dios y que el emperador desistiera del castigo a la ciudad.

En el año 398, habiendo muerto el arzobispo de Constantinopla, le pareció al emperador que el mejor candidato para ese puesto era Juan Crisóstomo, pero el santo se sentía totalmente indigno y respondía que había muchos que eran más dignos que él para tan alto cargo. Sin embargo el emperador Arcadio envió a uno de sus ministros con la orden terminante de llevar a Juan a Constantinopla aunque fuera a la fuerza. Así que el enviado oficial invitó al santo a que lo acompañara a las afueras de la ciudad de Antioquía a visitar las tumbas de los mártires, y entonces dio la orden a los oficiales del ejército de que lo llevaran a Constantinopla con la mayor rapidez posible, y en el mayor secreto porque si en Antioquía sabían que les iban a quitar a su predicador se iba a formar un tumulto inmenso. Y así fue que tuvo que aceptar ser arzobispo.

Apenas posesionado de su altísimo cargo lo primero que hizo fue mandar quitar de su palacio todos los lujos. Con las cortinas tan elegantes fabricaron vestidos para cubrir a los pobres que se morían de frío. Cambió los muebles de lujo por muebles ordinarios, y con la venta de los otros ayudó a muchos pobres que pasaban terribles necesidades. El mismo vestía muy sencillamente y comía tan pobremente como un monje del desierto. Y lo mismo fue exigiendo a sus sacerdotes y monjes: ser pobres en el vestir, en el comer, y en el mobiliario, y así dar buen ejemplo y con lo que se ahorraba en todo esto ayudar a los necesitados.

Pronto, en sus elocuentes sermones empezó a atacar fuertemente el lujo de las gentes en el vestir y en sus mobiliarios y fue obteniendo que con lo que muchos gastaban antes en vestidos costosísimos y en muebles ostentosos, lo empezaran a emplear en ayudar a la gente pobre. El mismo daba ejemplo en esto, y la gente se conmovía ante sus palabras y su modo tan pobre y mortificado de vivir.

En aquellos tiempos había una ley de la Iglesia que ordenaba que cuando una persona se sentía injustamente perseguida podía refugiarse en el templo principal de la ciudad y que allí no podían ir las autoridades a apresarle. Y sucedió que una pobre viuda se sintió injustamente perseguida por la emperatriz Eudoxia y por su primer ministro y se refugió en el templo del Arzobispo. Las autoridades quisieron ir allí a apresarla pero San Juan Crisóstomo se opuso y no lo permitió. Esto disgustó mucho a la emperatriz. Y unos meses más tarde Eudoxia peleó con su primer ministro y se propuso echarlo a la cárcel. Él corrió a refugiarse en el templo del arzobispo y aunque la policía de la emperatriz quiso llevarlo preso, San Juan Crisóstomo no lo permitió. El ministro que antes había querido llevarse prisionera a una pobre mujer y no pudo, porque el arzobispo la defendía, ahora se vio él mismo defendido por el propio santo. Eudoxia ardía de rabia por todo esto y juraba vengarse pero el gran predicador gritaba en sus sermones: "¿Cómo puede pretender una persona que Dios le perdone sus maldades si ella no quiere perdonar a los que le han ofendido?"

Eudoxia se unió con un terrible enemigo que tenía Crisóstomo, y era Teófilo de Alejandría. Este reunió un grupo de los que odiaban al santo y entre todos lo acusaron de un montón de cosas. Por ej. Que había gastado los bienes de la Iglesia en repartir ayudas a los pobres. Que prefería comer solo en vez de ir a los banquetes. Que a los sacerdotes que no se portaban debidamente los amenazaba con el grave peligro que tenían de condenarse, y que había dicho que la emperatriz, por las maldades que cometía, se parecía a la pérfida reina Jetzabel que quiso matar al profeta Elías, etc., etc.

Al oír estas acusaciones, el emperador, atizado por su esposa Eudoxia, decretó que Juan quedaba condenado al destierro. Al saber tal noticia, un inmenso gentío se reunió en la catedral, y Juan Crisóstomo renunció uno de sus más hermosos sermones. Decía: "¿Qué me destierran? ¿A qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí cuidando de mí? ¿Qué me quitan mis bienes? ¿Qué me pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué me matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro Jesús, y como El, daré mi vida por mis ovejas..."

Ocultamente fue enviado al destierro, pero sobrevino un terremoto en Constantinopla y llenos de terror los gobernantes le rogaron que volviera otra vez a la ciudad, y un inmenso gentío salió a recibirlo en medio de grandes aclamaciones.

Eudoxia, Teófilo y los demás enemigos no se dieron por vencidos. Inventaron nuevas acusaciones contra Juan, y aunque el Papa de Roma y muchos obispos más lo defendían, le enviaron desterrado al Mar Negro. El anciano arzobispo fue tratado brutalmente por algunos de los militares que lo llevaban prisionero, los cuales le hacían caminar kilómetros y kilómetros cada día, con un sol ardiente, lo cual lo debilitó muchísimo. El trece de septiembre, después de caminar diez kilómetros bajo un sol abrasador, se sintió muy agotado. Se durmió y vio en sueños que San Basilisco, un famoso obispo muerto hacía algunos años, se le aparecía y le decía: "Animo, Juan, mañana estaremos juntos". Se hizo aplicarlos últimos sacramentos; se revistió de los ornamentos de arzobispo y al día siguiente diciendo estas palabras: "Sea dada gloria a Dios por todo", quedó muerto. Era el 14 de septiembre del año 404.

Eudoxia murió unos días antes que él, en medio de terribles dolores.

Al año siguiente el cadáver del santo fue llevado solemnemente a Constantinopla y todo el pueblo, precedido por las más altas autoridades, salió a recibirlo cantando y rezando.

El Papa San Pío X nombró a San Juan Crisóstomo como Patrono de todos los predicadores católicos del mundo.

Que Dios nos siga enviando muchos predicadores como él.

¿Si Dios está con nosotros, quién podrá contra nosotros? (San Pablo Rom.8).

segunda-feira, 22 de outubro de 2007

São Pacômio

Fonte



Pacômio nasceu no Egito no ano de 287, na Tebaida. Filho de pais pagãos, cheios de superstições e idolatrias, desde a infância mostrou grande aversão a tudo isso. Aos vinte anos de idade foi convocado para o exército imperial e acabou ficando prisioneiro em Tebes. Foi quando fez o seu primeiro contato com os cristãos, cuja religião até então lhe era desconhecida.

À noite, na prisão recebeu um pouco de alimento de alguns cristãos, que escondidos conseguiram entrar. Comovido com esse gesto de pessoas desconhecidas, perguntou quem havia mandado que fizessem aquilo e eles responderam: "Deus que está no céu". Nesta noite Pacômio rezou com eles para esse Deus, sentindo já nas primeiras palavras ouvidas que esta seria a sua doutrina. O Evangelho o tocou de tal forma que ele se converteu e voltou para o Egito, onde recebeu o batismo.

Depois, compartilhou durante sete anos a companhia de um ancião eremita de nome Palemon, que vivia dedicado à oração. A princípio o ancião não quis aceitá-lo a seu lado, porque sabia que a vida de solidão e orações não era nada fácil. Mas Pacômio estava determinado e convenceu-o de que deveria ficar.

Um dia, durante suas caminhadas, Pacômio ouviu uma voz que lhe dizia para inaugurar ali, exatamente naquele lugar, um mosteiro onde receberia e acolheria muitos religiosos. Depois, apareceu-lhe um anjo que o ensinou como deveria organizar o mosteiro.

Pacômio pôs-se a trabalhar arduamente e o deixou pronto. As profecias que ele ouviu se concretizaram e muitas pessoas se juntaram a ele. Monges, eremitas e religiosos de todos os lugares pediram admissão no mosteiro de Pacômio, que obteve a aprovação do bispo Atanásio, santo e doutor da Igreja. Inclusive seu irmão João, que distribuiu toda sua riqueza entre os pobres e uniu-se a ele.

Com Pacômio nasceu a vida monástica, ou cenobítica no Egito, não mais com um chefe carismático que agregava ermitãos reunidos em pequenos grupos em torno de si, mas uma comunidade de religiosos, com regras precisas de vida em comum na oração, contemplação e trabalho, à exemplo dos primeiros apóstolos de Jesus.

Pacômio abriu ainda mais oito mosteiros masculinos, um deles feminino. Sua fama de santidade espalhou-se pelo Egito e na Ásia Menor. Foi agraciado por Deus com o dom da profecia e morreu no ano de 347, vítima de uma peste que assolava o Egito, na época. Até o século XII havia ainda cerca de quinhentos monges da Ordem de São Pacômio.

São Pacômio, o eremita, até hoje é considerado um dos representantes de Deus que mais prestaram serviço à Igreja Católica. Sua festa litúrgica ocorre no dia 09 de maio.

sábado, 20 de outubro de 2007

O que eu acho

Minhas opiniões a respeito de assuntos dos quais não li o suficiente não têm nenhum valor argumentativo. Assim, prefiro ficar quieto e entender um tema pela sua apresentação geral e suas características próprias, antes de concordar ou discordar de algumas proposições subordinadas a ele. É assim com o Islamismo. Apesar de já ter visto a sociedade islâmica em seus esquemas gerais, não tenho conhecimento de muito da mística, da poesia e das "ordens" islâmicas. Além disso, não li o Alcorão. Por conseguinte, não concordo nem discordo de idéias como a "sociedade sacra", que o Islã promove.

Mutatis mutandis, afirmo o mesmo do protetantismo. Não conheço profundamente os seus intérpretes e suas doutrinas. Não sei direito o que ele AFIRMA e o que há de aproveitável e digno nele, de maneira que só faço umas observações bastante despretensiosas sobre esse assunto. Aqui, cito algumas delas:

1. Lutero estava certo em criticar a Igreja por seus vastos bens temporais. É justamente dentro da burocracia e da administração eclesiástica que a santidade e a espiritualidade são menos fortes e menos consideradas. Quando foi construída a Basílica de São Pedro, comentou-se: "São Pedro já não pode mais dizer :"Não tenho ouro nem prata"".

2. Lutero não entendeu direito o que significa a sucessão apostólica, pois ataca a personalidade da Igreja, entendendo-a como a comunidade dos cristãos. Mas, em suas Teses, ele defende o papa e combate seus inimigos. É estranho que, depois de ser excomungado, sua grande admiração pelo Bispo de Roma tenha terminado...

 3. Lutero queria reformar a Igreja por dentro, persuadindo os religiosos a seguirem suas idéias e executarem seus projetos. Quando percebeu que a Igreja Católica inteira não iria mudar apenas por causa da teimosia de um monge alemão, saiu dela e passou a xingá-la de nomes lindos como "prostituta da Babilônia". Siceramente, isso é ridículo.

 4. Lutero não entendeu o que significam os Sacramentos. Eles não são apenas imposições humanas tremendamente inferiores à mensagem evangélica, e sim sinais do que é revelado pela própria Boa Nova. São "pontos de contato", símbolos rituais (o que não vale para a Eucaristia: esta é verdadeiramente uma renovação do sacrifício incruento de Jesus Cristo).   

quarta-feira, 17 de outubro de 2007

As 95 Teses de Lutero

Não, isto não tem nada a ver com a Patrística. Esse post é subsequente a um anterior, "Por que Lutero se afastou da Ortodoxia Católica?". 

Out of love and concern for the truth, and with the object of eliciting it, the following heads will be the subject of a public discussion at Wittenberg under the presidency of the reverend father, Martin Luther, Augustinian, Master of Arts and Sacred Theology, and duly appointed Lecturer on these subjects in that place. He requests that whoever cannot be present personally to debate the matter orally will do so in absence in writing.

  1. When our Lord and Master, Jesus Christ, said "Repent", He called for the entire life of believers to be one of repentance.

  2. The word cannot be properly understood as referring to the sacrament of penance, i.e. confession and satisfaction, as administered by the clergy.

  3. Yet its meaning is not restricted to repentance in one's heart; for such repentance is null unless it produces outward signs in various mortifications of the flesh.

  4. As long as hatred of self abides (i.e. true inward repentance) the penalty of sin abides, viz., until we enter the kingdom of heaven.

  5. The pope has neither the will nor the power to remit any penalties beyond those imposed either at his own discretion or by canon law.

  6. The pope himself cannot remit guilt, but only declare and confirm that it has been remitted by God; or, at most, he can remit it in cases reserved to his discretion. Except for these cases, the guilt remains untouched.

  7. God never remits guilt to anyone without, at the same time, making him humbly submissive to the priest, His representative.

  8. The penitential canons apply only to men who are still alive, and, according to the canons themselves, none applies to the dead.

  9. Accordingly, the Holy Spirit, acting in the person of the pope, manifests grace to us, by the fact that the papal regulations always cease to apply at death, or in any hard case.

  10. It is a wrongful act, due to ignorance, when priests retain the canonical penalties on the dead in purgatory.

  11. When canonical penalties were changed and made to apply to purgatory, surely it would seem that tares were sown while the bishops were asleep.

  12. In former days, the canonical penalties were imposed, not after, but before absolution was pronounced; and were intended to be tests of true contrition.

  13. Death puts an end to all the claims of the Church; even the dying are already dead to the canon laws, and are no longer bound by them.

  14. Defective piety or love in a dying person is necessarily accompanied by great fear, which is greatest where the piety or love is least.

  15. This fear or horror is sufficient in itself, whatever else might be said, to constitute the pain of purgatory, since it approaches very closely to the horror of despair.

  16. There seems to be the same difference between hell, purgatory, and heaven as between despair, uncertainty, and assurance.

  17. Of a truth, the pains of souls in purgatory ought to be abated, and charity ought to be proportionately increased.

  18. Moreover, it does not seem proved, on any grounds of reason or Scripture, that these souls are outside the state of merit, or unable to grow in grace.

  19. Nor does it seem proved to be always the case that they are certain and assured of salvation, even if we are very certain ourselves.

  20. Therefore the pope, in speaking of the plenary remission of all penalties, does not mean "all" in the strict sense, but only those imposed by himself.

  21. Hence those who preach indulgences are in error when they say that a man is absolved and saved from every penalty by the pope's indulgences.

  22. Indeed, he cannot remit to souls in purgatory any penalty which canon law declares should be suffered in the present life.

  23. If plenary remission could be granted to anyone at all, it would be only in the cases of the most perfect, i.e. to very few.

  24. It must therefore be the case that the major part of the people are deceived by that indiscriminate and high-sounding promise of relief from penalty.

  25. The same power as the pope exercises in general over purgatory is exercised in particular by every single bishop in his bishopric and priest in his parish.

  26. The pope does excellently when he grants remission to the souls in purgatory on account of intercessions made on their behalf, and not by the power of the keys (which he cannot exercise for them).

  27. There is no divine authority for preaching that the soul flies out of the purgatory immediately the money clinks in the bottom of the chest.

  28. It is certainly possible that when the money clinks in the bottom of the chest avarice and greed increase; but when the church offers intercession, all depends in the will of God.

  29. Who knows whether all souls in purgatory wish to be redeemed in view of what is said of St. Severinus and St. Pascal? (Note: Paschal I, pope 817-24. The legend is that he and Severinus were willing to endure the pains of purgatory for the benefit of the faithful).

  30. No one is sure of the reality of his own contrition, much less of receiving plenary forgiveness.

  31. One who bona fide buys indulgence is a rare as a bona fide penitent man, i.e. very rare indeed.

  32. All those who believe themselves certain of their own salvation by means of letters of indulgence, will be eternally damned, together with their teachers.

  33. We should be most carefully on our guard against those who say that the papal indulgences are an inestimable divine gift, and that a man is reconciled to God by them.

  34. For the grace conveyed by these indulgences relates simply to the penalties of the sacramental "satisfactions" decreed merely by man.

  35. It is not in accordance with Christian doctrines to preach and teach that those who buy off souls, or purchase confessional licenses, have no need to repent of their own sins.

  36. Any Christian whatsoever, who is truly repentant, enjoys plenary remission from penalty and guilt, and this is given him without letters of indulgence.

  37. Any true Christian whatsoever, living or dead, participates in all the benefits of Christ and the Church; and this participation is granted to him by God without letters of indulgence.

  38. Yet the pope's remission and dispensation are in no way to be despised, for, as already said, they proclaim the divine remission.

  39. It is very difficult, even for the most learned theologians, to extol to the people the great bounty contained in the indulgences, while, at the same time, praising contrition as a virtue.

  40. A truly contrite sinner seeks out, and loves to pay, the penalties of his sins; whereas the very multitude of indulgences dulls men's consciences, and tends to make them hate the penalties.

  41. Papal indulgences should only be preached with caution, lest people gain a wrong understanding, and think that they are preferable to other good works: those of love.

  42. Christians should be taught that the pope does not at all intend that the purchase of indulgences should be understood as at all comparable with the works of mercy.

  43. Christians should be taught that one who gives to the poor, or lends to the needy, does a better action than if he purchases indulgences.

  44. Because, by works of love, love grows and a man becomes a better man; whereas, by indulgences, he does not become a better man, but only escapes certain penalties.

  45. Christians should be taught that he who sees a needy person, but passes him by although he gives money for indulgences, gains no benefit from the pope's pardon, but only incurs the wrath of God.

  46. Christians should be taught that, unless they have more than they need, they are bound to retain what is only necessary for the upkeep of their home, and should in no way squander it on indulgences.

  47. Christians should be taught that they purchase indulgences voluntarily, and are not under obligation to do so.

  48. Christians should be taught that, in granting indulgences, the pope has more need, and more desire, for devout prayer on his own behalf than for ready money.

  49. Christians should be taught that the pope's indulgences are useful only if one does not rely on them, but most harmful if one loses the fear of God through them.

  50. Christians should be taught that, if the pope knew the exactions of the indulgence-preachers, he would rather the church of St. Peter were reduced to ashes than be built with the skin, flesh, and bones of the sheep.

  51. Christians should be taught that the pope would be willing, as he ought if necessity should arise, to sell the church of St. Peter, and give, too, his own money to many of those from whom the pardon-merchants conjure money.

  52. It is vain to rely on salvation by letters of indulgence, even if the commissary, or indeed the pope himself, were to pledge his own soul for their validity.

  53. Those are enemies of Christ and the pope who forbid the word of God to be preached at all in some churches, in order that indulgences may be preached in others.

  54. The word of God suffers injury if, in the same sermon, an equal or longer time is devoted to indulgences than to that word.

  55. The pope cannot help taking the view that if indulgences (very small matters) are celebrated by one bell, one pageant, or one ceremony, the gospel (a very great matter) should be preached to the accompaniment of a hundred bells, a hundred processions, a hundred ceremonies.

  56. The treasures of the church, out of which the pope dispenses indulgences, are not sufficiently spoken of or known among the people of Christ.

  57. That these treasures are not temporal are clear from the fact that many of the merchants do not grant them freely, but only collect them.

  58. Nor are they the merits of Christ and the saints, because, even apart from the pope, these merits are always working grace in the inner man, and working the cross, death, and hell in the outer man.

  59. St. Laurence said that the poor were the treasures of the church, but he used the term in accordance with the custom of his own time.

  60. We do not speak rashly in saying that the treasures of the church are the keys of the church, and are bestowed by the merits of Christ.

  61. For it is clear that the power of the pope suffices, by itself, for the remission of penalties and reserved cases.

  62. The true treasure of the church is the Holy gospel of the glory and the grace of God.

  63. It is right to regard this treasure as most odious, for it makes the first to be the last.

  64. On the other hand, the treasure of indulgences is most acceptable, for it makes the last to be the first.

  65. Therefore the treasures of the gospel are nets which, in former times, they used to fish for men of wealth.

  66. The treasures of the indulgences are the nets to-day which they use to fish for men of wealth.

  67. The indulgences, which the merchants extol as the greatest of favours, are seen to be, in fact, a favourite means for money-getting.

  68. Nevertheless, they are not to be compared with the grace of God and the compassion shown in the Cross.

  69. Bishops and curates, in duty bound, must receive the commissaries of the papal indulgences with all reverence.

  70. But they are under a much greater obligation to watch closely and attend carefully lest these men preach their own fancies instead of what the pope commissioned.

  71. Let him be anathema and accursed who denies the apostolic character of the indulgences.

  72. On the other hand, let him be blessed who is on his guard against the wantonness and license of the pardon-merchant's words.

  73. In the same way, the pope rightly excommunicates those who make any plans to the detriment of the trade in indulgences.

  74. It is much more in keeping with his views to excommunicate those who use the pretext of indulgences to plot anything to the detriment of holy love and truth.

  75. It is foolish to think that papal indulgences have so much power that they can absolve a man even if he has done the impossible and violated the mother of God.

  76. We assert the contrary, and say that the pope's pardons are not able to remove the least venial of sins as far as their guilt is concerned.

  77. When it is said that not even St. Peter, if he were now pope, could grant a greater grace, it is blasphemy against St. Peter and the pope.

  78. We assert the contrary, and say that he, and any pope whatever, possesses greater graces, viz., the gospel, spiritual powers, gifts of healing, etc., as is declared in I Corinthians 12 [:28].

  79. It is blasphemy to say that the insignia of the cross with the papal arms are of equal value to the cross on which Christ died.

  80. The bishops, curates, and theologians, who permit assertions of that kind to be made to the people without let or hindrance, will have to answer for it.

  81. This unbridled preaching of indulgences makes it difficult for learned men to guard the respect due to the pope against false accusations, or at least from the keen criticisms of the laity.

  82. They ask, e.g.: Why does not the pope liberate everyone from purgatory for the sake of love (a most holy thing) and because of the supreme necessity of their souls? This would be morally the best of all reasons. Meanwhile he redeems innumerable souls for money, a most perishable thing, with which to build St. Peter's church, a very minor purpose.

  83. Again: Why should funeral and anniversary masses for the dead continue to be said? And why does not the pope repay, or permit to be repaid, the benefactions instituted for these purposes, since it is wrong to pray for those souls who are now redeemed?

  84. Again: Surely this is a new sort of compassion, on the part of God and the pope, when an impious man, an enemy of God, is allowed to pay money to redeem a devout soul, a friend of God; while yet that devout and beloved soul is not allowed to be redeemed without payment, for love's sake, and just because of its need of redemption.

  85. Again: Why are the penitential canon laws, which in fact, if not in practice, have long been obsolete and dead in themselves,—why are they, to-day, still used in imposing fines in money, through the granting of indulgences, as if all the penitential canons were fully operative?

  86. Again: since the pope's income to-day is larger than that of the wealthiest of wealthy men, why does he not build this one church of St. Peter with his own money, rather than with the money of indigent believers?

  87. Again: What does the pope remit or dispense to people who, by their perfect repentance, have a right to plenary remission or dispensation?

  88. Again: Surely a greater good could be done to the church if the pope were to bestow these remissions and dispensations, not once, as now, but a hundred times a day, for the benefit of any believer whatever.

  89. What the pope seeks by indulgences is not money, but rather the salvation of souls; why then does he suspend the letters and indulgences formerly conceded, and still as efficacious as ever?

  90. These questions are serious matters of conscience to the laity. To suppress them by force alone, and not to refute them by giving reasons, is to expose the church and the pope to the ridicule of their enemies, and to make Christian people unhappy.

  91. If therefore, indulgences were preached in accordance with the spirit and mind of the pope, all these difficulties would be easily overcome, and indeed, cease to exist.

  92. Away, then, with those prophets who say to Christ's people, "Peace, peace," where in there is no peace.

  93. Hail, hail to all those prophets who say to Christ's people, "The cross, the cross," where there is no cross.

  94. Christians should be exhorted to be zealous to follow Christ, their Head, through penalties, deaths, and hells.

  95. And let them thus be more confident of entering heaven through many tribulations rather than through a false assurance of peace.

domingo, 14 de outubro de 2007

Contra os Hereges

Transformei o livro Contra los Herejes, de Santo Irineu, em um arquivo pdf. Podem ler aqui mesmo no blog.

sábado, 13 de outubro de 2007

Hino Akathistos

São Genaro

Fonte



Santos Januário, e seus companheiros Festo, Desidério, Sosso, Procolo, Eutiquete e Acúcio, sofreram o martírio durante a perseguição de Diocleciano em Nápoles, Itália, por volta do ano 305. São Januário, bispo de Benevento como relata os historiadores fora condenado às feras no anfiteatro de Pozzuoli juntamente com os companheiros de fé. Por causa do atraso de um juiz, teria sido decapitado e não dado como alimento às feras. O sangue de São Januário foi recolhido pelos cristãos e colocado em pequenas ampolas. Era o costume recolher o sangue dos mártires e colocá-los em ampolas diante dos seus túmulos.

Um século mais tarde, no ano 432, quando da transladação de suas relíquias de Pozzuoli para Nápoles, uma senhora teria entregue ao bispo João duas ampolas contendo o sangue coagulado de São Januário. Como garantia da afirmação da mulher o sangue se liquefez diante dos olhos do bispo e de grande multidão de fiéis. Este acontecimento, desde então, se repete todos os anos em determinados dias: no sábado que precede o primeiro domingo de maio, nos oito dias sucessivos, a 16 de dezembro, a 19 de setembro e durante toda a oitava das celebrações em sua honra. Os testemunhos sobre esse fenômeno começam a partir de 1329 e são tão numerosos e concordes de tal modo que não se podem contestar.

Esse prodígio, confirmado também pela ciência, e o que mais intriga é o fato de até hoje os cientistas não conseguirem explicar por que o sangue de São Januário, contido numa ampola na catetral, se liquefaz e readquire a aparência de sangue novo, recém-derramado. Análises científicas demonstram que se trata realmente de sangue humano.

Os napolitanos consideram São Januário o seu protetor contra os flagelos da peste e das erupções do Vesúvio. Este culto e muito antigo e já difundido no mundo inteiro por causa da liquefação de seu sangue, durante a celebração de suas festas. A devoção sincera dos napolitanos para com o mártir, fez com que a memória de São Januário, celebrada desde 1586, fosse conservada no novo calendário litúrgico.

sexta-feira, 12 de outubro de 2007

Atenágoras de Atenas: o Homem é Corpo e Alma

Caríssimos: Peço que leiam este site, do autor do texto que aqui reproduzo. Sávio Laet é um dos maiores conhecedores de Patrística do Brasil.
Autor: Sávio Laet de Barros Campos.
Licenciado e Bacharel em Filosofia Pela
Universidade Federal de Mato Grosso.

1.1) A “Platonização” do Cristianismo

Atenágoras escreve a Petição em Favor dos Cristãos ao imperador e filósofo estóico, Marco Aurélio. Não tem nem a simpatia de Justino, nem a antipatia rabugenta de Taciano, para com a filosofia grega. Limita-se a assinalar que, em alguns pontos, os filósofos concordam com a Revelação cristã. Por exemplo, não é possível acusar os cristãos de ateísmo, por causa do seu monoteísmo, visto que Platão foi monoteísta e nem por isso era considerado ateu. Enquanto alguns autores cristãos tentam cristianizar Platão, Atenágoras busca “platonizar” o cristianismo; não que tivesse interesse em Platão, mas paraele seria interessante ter um precursor a seu favor, como o filósofo grego, diante do imperador filósofo:
(...) O mesmo no que diz respeito a Platão. Se Atenágoras lhe concede ter entrevisto a verdade, inclusive a do Dogma da Trindade, é menos no interesse de Platão do que no do dogma, para o qual podia ser útil reivindicar tal precursor.

1.2) A Primeira Prova da Unicidade do Deus Cristão

Depois de aduzir argumentos de autoridade, Atenágoras tenta demonstrar racionalmente a existência de um só Deus. A argumentação é ingênua, mas merece destaque por ser a primeira tentativa de se demonstrar a unicidade do Deus cristão. Se no princípio existissem dois ou vários deuses,eles teriam que ocupar ou o mesmo lugar ou lugares diferentes. Não poderiam ocupar o mesmo lugar porque não seriam semelhantes; não seriam semelhantes porque só o que é gerado é semelhante e os deuses são incriados. Também não pode cada um deles estar em seu lugar. Suponhamos que um deles fosse o criador e exercesse a sua providência sobre todo o universo. Partindo deste pressuposto onde estaria o outro lugar ocupado por um outro deus? Se lidarmos com a hipótese de que ocuparia o seu lugar em outro mundo, esta hipótese não se sustentaria porque desta forma ele seria finito e teria poder finito porque não exerceria nenhum poder sobre o nosso mundo. Aliás, como pensar em outro mundo, sendo que todo o universo está sob a providência do Deus que o cria e conserva? Ora, um deus que não está em lugar nenhum e nem conserva coisa alguma não é. Para não sermos prolixos digamos logo que existe um só Deus, criador e governador do mundo:
Por fim, se nada faz, não tem providência, nem outro lugar onde esteja, existe, desde o princípio, um único e só: o Deus criador do mundo.

O argumento de Atenágoras deixa muito a desejar quanto ao rigor dialético. Ele parece – como chama a atenção Gilson - não conseguir conceber Deus senão ocupando um lugar no espaço:
A obstinação dialética da prova merecia uma base mais sólida. Atenágoras não parece capaz de pensar Deus sem relação com o espaço.

1.3) Dois Momentos do Discurso: em Defesa da Verdade e Sobre a Verdade

Atenágoras escreve Sobre a Ressurreição dos Mortos. Nesta empresa deve-se primeiro estabelecer que a ressurreição não é impossível. Se Deus pôde criar, poderá também recriar. Realmente Ele pode querer tal indústria, pois nada há de injusto nela.
A primeira coisa a se considerar nesta obra é a distinção, elaborada por Atenágoras, entre os possíveis discursos sobre a verdade. Tal distinção norteia toda a argumentação a favor da ressurreição. Existem dois discursos, segundo Atenágoras, acerca da verdade: um que preza em defendê-la, outro que discorre sobre ela. Os raciocínios a favor da verdade são para os que nela não crêem; os raciocínios sobre a verdade são para aqueles que estão abertos a acolhê-la. É preciso verificar, com discernimento, qual seja a ocasião propicia e - de acordo com tal consideração - é que se deve adotar o gênero de raciocínio mais conveniente para uma determinada ocasião. Se pensarmos na ordem natural, os raciocínios sobre a verdade devem ter a primazia, pois possuem maior força demonstrativa; ao contrário, se levarmos em conta a utilidade, deve-se antes
defender a verdade do que expô-la:
Com efeito, se se olha para a força demonstrativa e para a ordem natural, os raciocínios a respeito da verdade têm a primazia sobre os raciocínios em defesa da verdade; ao contrário, se olhamos, porém, a utilidade, os raciocínios em defesa da verdade são anteriores aos raciocínios a respeito da verdade.

1.4) As Duas Fases de Toda Apologia

No primeiro momento nosso filósofo mostrou que a ressurreição é possível; agora lhe caberá tarefa mais árdua, a saber, provar que ela de fato ocorrera. É preciso primeiro mostrar que a fé não é um absurdo e isto se faz refutando o erro; depois, num segundo momento, cabe ao apologeta justificar objetivamente as verdades da fé. De resto, toda a apologia deve conter estes dois momentos:
Este primeiro momento de toda a apologia é o que Atenágoras chama de “falar em favor da verdade”; o segundo momento, quesempre deve seguir o primeiro, consiste em falar “sobre a verdade”. No presente caso, já tendo sido mostrado que a ressurreição dos corpos por Deus é possível, este segundo momento consiste em mostrar que ela efetivamente ocorrerá.

Os Três Argumentos que Provam a Realidade da Ressurreição

1.4.1) O Primeiro Argumento: A Dignidade da Criatura Racional

Atenágoras demonstra que, de fato, a ressurreição ocorrerá por três argumentos principais, podemos dispensar o quarto. O primeiro parte do pressuposto que Deus, por ser sábio, não fez o homem em vão; tampouco fez Deus o homem para dele se utilizar, pois o sábio não precisa de nada; não se pode dizer que Deus tenha feito o homem para utilidade de qualquer outra criatura; outrossim, sendo o homem ser de razão, não poderá estar submetido a nenhuma outra criatura, seja ela maior ou menor que ele. É evidente, dado a eliminação de todas as possibilidades, que Deus fez o homem pelo próprio homem. Deus concedeu às criaturas racionais uma permanência para sempre a fim de que, dotadas de inteligência como são, pudessem mais e mais conhecer a Deus, contemplar a sua sabedoria, seguir a sua lei e a sua justiça. Com efeito, o que por outra coisa foi feito pode deixar de ser, desde que cesse aquilo pelo qual foi feito. Entretanto, aquilo que existe em virtude de si mesmo, não poderá deixar de ser. Deus não teria feito o homem, dotando-o de inteligência e da capacidade de conhecê-Lo, se realmente não quisesse que ele permanecesse.

Portanto, se o homem deve permanecer para sempre, haverá ressurreição, pois, se não houvesse, o homem não poderia permanecer para sempre. Daí que, da causa da criação do homem, podemos deduzir, com certeza, a sua permanência para sempre; da sua permanência para sempre podemos demonstrar que é evidente a sua ressurreição:
(...) a causa da criação nos garante a permanência para sempre e a permanência garante a ressurreição, pois sem ela não seria possível ao homem permanecer para sempre.

1.4.2) O Segundo Argumento: O Homem é Alma e Corpo

O segundo argumento é decisivo para a história da filosofia cristã. O argumento afirma que o homem não é a sua alma, mas composto de corpo e alma. Ora, se o homem é destinado à eternidade; se, por outro lado, ele não é somente a sua alma, mas um composto de corpo e alma então é necessário dizer que o corpo não pode perecer, senão que deve também ele permanecer e gozar do mesmo fim da alma. Logo, é necessário admitir a ressurreição, visto que o corpo se corrompe com a morte e a permanência somente da alma não equivaleria a permanência do homem enquanto tal:
A constituição dos próprios homens demonstra que a ressurreição dos corpos dos mortos e desfeitos necessariamente se seguirá; caso ela não houvesse, não seria possível que as partes se unissem naturalmente umas com as outras, nem a natureza se comporia dos mesmos homens.

Gilson observa que foi exatamente o dogma da ressurreição que fez com que Atenágoras percebesse e denunciasse o perigo do platonismo. De fato, o platonismo afirma ser o homem a sua alma. Parece que, no argumento do nosso filósofo, já se pode vislumbrar, finalmente, o triunfo posterior do aristotelismo dentro do pensamento cristão:
Esse princípio levou Atenágoras a formular, em termos de um vigor e de uma nitidez insuperáveis, uma idéia de importância fundamental para todo filósofo cristão: o homem não é sua alma, mas composto de sua alma e de seu corpo. Ponderando-se bem, essa tese acarretava desde a origem a obrigação, de que os pensadores cristãos só tomarão consciência mais tarde, de não ceder à miragem do platonismo. (...) O dogma da ressurreição dos corpos era um convite instigante a incluir o corpo na definição do homem; por mais paradoxal que essa tese possa parecer à primeira vista, parece que esse dogma de fato tenha como que justificado de antemão o triunfo final do aristotelismo sobre o platonismo no pensamento dos filósofos cristãos.

1.4.3) O Terceiro Argumento: A Justiça de Deus

Aqueles que admitem Deus como criador do mundo devem admitir que Ele, por sua sabedoria, governa todo o universo e que, de sua providência, nada escapa. Ora, os atos humanos devem ser atribuídos ao homem e o homem é composto de alma e corpo. Por conseguinte é ao homem - alma e corpo - que são devidos os prêmios e os castigos conforme as suas ações forem boas ou más. Donde, nem a alma poderá receber sozinha o que fez junto com o corpo e nem o corpo poderá receberá sozinho o que não faria senão unido à alma.

Vemos, contudo, que nesta vida tal justiça não se realiza: destarte, muitos ateus e dissolutos vivem sem nenhum dano e chegam ao fim desta vida sem sofrer nenhum mal; por outro lado, existem aqueles que, embora vivendo conforme a virtude, sofrem nesta vida toda sorte de tormentos.
Após esta vida é certo que a justiça ocorre! No entanto, por estar a alma separada do corpo, tal não justiça ainda não é completa. Isto porque, separado da alma, o corpo se desfaz e não guarda a memória de seus atos.

Importa então afirmar, com o Apóstolo, que será preciso que o nosso corpo corruptível se revista de incorruptibilidade - mediante ressurreição - para que enfim receba o que lhe é devido por suas obras, sejam elas boas ou más:
Portanto, permanece apenas evidentemente o que diz o Apóstolo: é preciso que este corpo corruptível e disperso se revista de incorruptibilidade, para que, vivificados pela ressurreição, seus membros mortos e novamente unidos os que se haviam separado e até totalmente dissolvido, cada um receba justamente o que realizou por meio do seu corpo, bem ou mal.

1.5) A Distinção entre a Prova Racional e o Apelo à Fé

Percebamos que Atenágoras distingue a prova racional do apelo à fé. Com efeito, nenhum dos argumentos recorre à ressurreição de Cristo o que, ipso facto, já bastaria para atestar a veracidade da ressurreição a um cristão. Soube distinguir ainda a refutação do erro da exposição da verdade:
Portanto, Atenágoras teve o justo senso de certos dados fundamentais do problema que o pensamento cristão tinha de resolver. Distinção dos dois momentos de toda apologética: prova da credibilidade, pela refutação dos argumentos que querem estabelecer o absurdo da fé, e justificação racional direta das verdades assim apresentadas como possíveis; distinção entre a prova racional e o apelo à fé (é por isso que o vimos justificar a ressurreição dos corpos sem apelar para a ressurreição de Cristo, que é sua garantia para todo cristão) (...).

sábado, 6 de outubro de 2007

Por que Lutero se afastou da Ortodoxia Católica?

Por Dave Armstrong
Tradução: Carlos Martins Nabeto
Fonte: http://socrates58.blogspot.com

Chris Jones me encaminhou esta pergunta: “Por que o dr. Lutero foi excomungado? De que modo ele era heterodoxo?”. Sumarizo abaixo como ele era visto como heterodoxo em 1520, segundo os padrões católicos virtualmente aceitos ou inquestionáveis. Observo que o objetivo aqui não é discutir se tais ensinamentos católicos são certos ou errados, mas apenas se conforme esses ensinamentos Lutero seria tido por “heterodoxo” ou “herege” (isto é, se a Igreja tinha pelo menos uma autoconsistência ao decidir por excomungá-lo ou se agiu arbitrariamente contra a verdade ou contra as afirmações de Lutero, tidas - neste último caso falsamente - como heresia).

Pois bem. É absolutamente notório que Lutero era herege e que a Igreja não tinha a obrigação de debater com ele na Dieta de Worms em 1521. E sendo óbvio que ele pregava heresias, era igualmente óbvio que a Igreja deveria exigir a sua retratação, para que renunciasse e cessasse de agir assim. Ele se recusou a fazê-lo, pois achava que sabia mais que a própria Igreja (como de fato afirmou diversas vezes). Certamente, nenhum protestante agiria diferentemente, quer naquele tempo quer agora, tendo em vista as dezenas de rejeições que estabeleceu frente aos seus dogmas particulares. Listo aqui as crenças de Lutero contrárias à Igreja (sem examinar pontos mais detalhados de soteriologia):

1. Separação entre justificação e santificação.
2. Noção imputada, extrínsica e forense de justificação.
3. Fé fiduciária.
4. Julgamento particular contrário à infalibilidade da Igreja.
5. Rejeição de sete livros da Bíblia.
6. Negação do pecado venial.
7. Negação do mérito.
8. Afirmação de que o réprobo deveria ficar feliz por ter sido condenado e aceitar a vontade de Deus.
9. Afirmação de que Jesus ofereceu-se à condenação e possivelmente ao fogo do inferno.
10. Afirmação de nenhuma boa obra pode ser feita, exceto por um homem justificado.
11. Todos os homens batizados são sacerdotes (=negação do sacramento da ordenação).
12. Todos os homens batizados podem conceder a absolvição.
13. Os bispos não possuem realmente esse múnus; Deus não os instituiu.
14. Os papas não possuem esse múnus; Deus não os instituiu.
15. Os sacerdotes não têm qualquer caráter especial ou indelével.
16. As autoridades temporais gozam de poder sobre a Igreja, até mesmo sobre bispos e papas; a afirmação contrária é mera invenção presunçosa.
17. Os votos de celibato são um erro e deveriam ser abolidos.
18. Negação da infalibilidade do papa.
19. Crença de que sacerdotes e papas injustos perdem a sua autoridade (contrário ao ensino de Santo Agostinho em disputa com os Donatistas).
20. As chaves do Reino não foram conferidas apenas a Pedro.
21. Cada pessoa pode julgar particularmente para determinar os artigos de fé.
22. Negação de que o papa tem o direito de convocar ou confirmar um Concílio.
23. Negação de que a Igreja tem o direito de exigir o celibato de certas vocações.
24. Não existe a vocação de monge; Deus não o instituiu.
25. Os dias festivos deveriam ser abolidos e todas as celebrações da Igreja deveriam se restringir aos domingos.
26. Os jejuns deveriam ser estritamente opcionais.
27. A canonização de santos é rigorosamente corrupta e não deve continuar.
28. A Confirmação não é um sacramento.
29. As indulgências deveriam ser abolidas.
30. As dispensas deveriam ser abolidas.
31. A Filosofia (Aristóteles principalmente) é repugnante, com influência negativa sobre o Cristianismo.
32. A transubstanciação é “uma idéia monstruosa”.
33. A Igreja não pode instituir sacramentos.
34. Negação da “maldita” crença de que a missa é uma boa obra.
35. Negação da “maldita” crença de que a missa é verdadeiro sacrifício.
36. Negação da noção sacramental de “ex opere operato”.
27. Negação de que a Penitência é um sacramento.
38. Afirmação de que a Igreja Católica “aboliu completamente” até mesmo a prática da penitência.
39. Afirmação de que a Igreja aboliu a fé como um aspecto da penitência.
40. Negação da sucessão apostólica.
41. Qualquer leigo poderia convocar um Concílio Geral (Ecumênico).
42. As obras penitenciais são inúteis.
43. Nada daquilo que os católicos crêem ser os sete sacramentos tem prova bíblica.
44. O Matrimônio não é um sacramento.
45. Nulidades [matrimoniais] são um conceito sem sentido e a Igreja não tem o direito de determinar ou afirmar nulidades.
46. Há uma questão em aberto: se o divórcio é permitido ou não.
47. Pessoas divorciadas podem voltar a se casar.
48. Jesus permitiu o divórcio quando um dos cônjuges cometeu adultério.
49. O ofício diário do sacerdote é “vã repetição”.
50. A extrema-unção não é um sacramento (logo, só existem dois sacramentos: o Batismo e a Eucaristia).

Como se vê por esse 50 pontos, Lutero era herege, heterodoxo, cismático ou acreditava em coisas que eram claramente contrárias aos ensinamentos ou práticas da Igreja Católica, até e inclusive em pontos verdadeiramente radicais (às vezes era também socialmente radical). Não estaria então justificada sua excomunhão dos meios católicos? Ou deveria a Igreja dizer: “É verdade, Lutero, você sabe; você está certo nesses 50 pontos. Você sabe mais que a Igreja inteira, que toda a história da Igreja e que toda a sabedoria dos santos do passado que acreditavam nessas coisas. Portanto, vamos aderir à sua sabedoria celestial e alterar todas estas 50 crenças ou práticas, para que possamos caminhar na direção correta. Muito obrigado! Seremos sempre gratos a você por nos ter informado sobre todos esses erros”.

Isto não soa ridículo? A Igreja teria que mudar 50 aspectos em suas doutrinas porque uma pessoa PARTICULARMENTE ACHOU que recebeu algum tipo de oráculo de Deus ou falso profeta. Homem de Deus daquele tempo? Vamos então supor que seja auto-evidente que Lutero era um bom e obediente católico, que queria reformar a Igreja, sem destruí-la ou abandoná-la, para criar uma nova seita. Ele seria ingênuo ou bobo o suficiente para acreditar que ele mesmo, objetivamente falando, não estava então oferecendo um programa radical, uma verdadeira revolução? Isso é claro e patente para qualquer um, mesmo antes de 1520. O que ele oferecia não era uma reforma… e a denominada “Reforma Protestante” não é o que diz ser, quando considerada como um todo. É uma Revolta ou uma Revolução. Já demonstrei o porquê disso em outros artigos.

Nenhuma pessoa em sã consciência que tenha lido qualquer um dos três tratados radicais de 1520 de Lutero duvidaria que ele já não era um católico ortodoxo. Ele não se tornou relutante apenas porque foi expulso da Igreja por homens que não queriam ouvir a razão e a Escritura manifesta (como o mito e propaganda perpétua protestante costuma argumentar), mas porque ele escolheu aceitar as doutrinas heréticas que ele mesmo criou, fugindo ao padrão da ortodoxia católica, e tornando-se um radical, tentando ainda espalhar os seus erros (de forma passional e franca) pelo mundo afora mediante panfletos difamatórios, zombeteiros e propagandísticos e até mesmo empregando gravuras indecorosas quando necessário.

Vemos, assim, que a Igreja foi totalmente sensível, razoável, dentro de seus direitos, lógica, autoconsistente e não hipócrita ou arbitrária ao simplesmente exigir de Lutero sua retratação na Dieta de Worms em 1521 e ao recusar-se em debater com ele (até porque já tinha feito isso outras vezes, anteriormente), porque se assim o fizesse estaria aceitando a ridícula presunção de Lutero de que estava em uma posição de disputa e debate unilateral face a doutrina e sabedoria teológica acumuladas pela Igreja ao longo de seus 1500 anos.

terça-feira, 2 de outubro de 2007

São Cirilo de Jerusalém

Fonte



INTRODUCCION

Datos biográficos de San Cirilo: El siglo IV es una de las épocas más-agitadas y borrascosas por las que ha atravesado la Iglesia. En ella los gran­des escritores y teólogos discuten, argumentan, satirizan unos contra otros-y escriben grandes infolios para aclarar un punto de doctrina, una cuestión-teológica, en la que intervienen no solamente los hombres de la Iglesia, sino-hasta los príncipes y gobernantes del siglo.

En estas circunstancias le tocó aparecer en el mundo a San Cirilo de Jerusalén. No sabemos con seguridad cuál fue la patria chica de San Cirilo; pero es muy probable que su cuna fuese Jerusalén o algún pueblecito de los alrededores de la gran metrópoli. Lo cierto es que nacido hacia el 313, pasó los primeros años de su adolescencia en la capital, instruyéndose y re­cibiendo una educación esmerada. Poco después se puso bajo la dirección del santo obispo Máximo, y tanto aprovechó en las ciencias eclesiásticas que en breve pudo ser ordenado sacerdote.

Muerto Máximo, fue elevado en 350 a la sede episcopal de Jerusalén. Durante los primeros años de su episcopado, San Cirilo pudo con relativa tranquilidad dedicarse al ejercicio de su cargo; pero luego, y a pesar de su ca­rácter tranquilo y reposado que odiaba toda agitación y polémica, no pudo sustraerse a la barahúnda de celos y pasiones que reinaban por doquier. Primeramente, Cirilo fue el blanco de las persecuciones de los arríanos. Le odian porque en él han visto un enemigo. Y a pesar de que el santo siem­pre que ha impugnado sus doctrinas lo ha hecho con toda circunspección y prudencia para no enconar los ánimos, ellos le siguen de cerca, le espían y procuran urdirle asechanzas y emboscadas. Es acusado, depuesto y desterrado como un intruso de la ciudad santa.

Tres veces es lanzado al destierro y la última de ellas se ve obligado a andar errante por las ciudades del Asia durante once años, y por las lauras cenobíticas donde es acogido con cariño por los monjes, a quienes él tanto envidiaba y alabará más tarde en sus escritos.

Por fin asiste al triunfo definitivo de sus ideas, toma parte en el Concilio ecuménico de Constantinopla (382) y muere, poco después alegre de ver que empieza a renacer la paz y concordia de los espíritus.

En los últimos años de su vida, San Cirilo gozó de tranquilidad hasta su santa muerte, que ocurrió probablemente en 386, a la edad de setenta y dos años, después de treinta y siete de un glorioso pontificado; y por el histo­riador Sócrates nos consta que en esta última época de su vida el Santo poseía el don extraordinario de profecía, según lo atestiguan las siguientes palabras del citado historiador: En una ocasión preparábanse los judíos con grande entusiasmo a la restauración del templo de Salomón. San Cirilo se acordó de la profecía de Daniel, y anunció que era llegada la hora de que en el templo no quedaría piedra sobre piedra. Y, en efecto, una noche vino un fuerte terremoto que conmovió los cimientos del antiguo templo y los derribó juntamente con los edificios próximos a él. Después cayó del cielo un fuego violento que estuvo ardiendo todo el día y abrasó todas las herra­mientas preparadas para el trabajo de la reedificación. El miedo y el terror se apoderó de los judíos y la fama del hecho se divulgó tanto que vinieron de países lejanos a ver lo sucedido. Los judíos, contra su voluntad, confe­saron a Jesucristo, y por la noche aparecieron en sus vestidos cruces for­madas de luz. Cuando después de haberlas contemplado quisieron deshacer­las y borrarlas, no lo pudieron conseguir.

Teodoreto, en el libro tercero de su historia, capítulo 17, narra este suceso muy de otra manera. Según él, lo que miles de hombres levantaban con gran trabajo, se caía espontáneamente.. Los restos antiguos del templo se derrumbaron. Vientos vehementes, tempestades y borrascas les arrastraban los materiales, y como tercos se empeñasen en conseguir su intento, vino un terremoto grande que llenó de espanto a los no iniciados en la fe. Cuando, pasado el miedo, cavaban los cimientos salió de ellos fuego que abrasó a muchos de los cavadores y a los restantes les ahuyentó del lugar. Por la noche se derrumbaron algunos edificios, cogiendo a los que descansaban, y aquella noche y el día siguiente apareció resplandeciente en el cielo la señal de la cruz, y en los vestidos de los judíos otras cruces, no de luz, sino de color negro.

Con estas señales todos huyeron de allí, confesando que era verdadero Dios aquel a quien sus mayores habían crucificado.

Lo que estos autores dicen sobre las cruces, ya negras, ya luminosas, en las vestiduras de los judíos, no debe confundirse con la aparición de la Cruz de que nos habla el Santo en su carta a Constancio.

San Cirilo cuenta así el suceso al Emperador: «En los santos días de la .festividad de Pentecostés, el siete de mayo, a eso de la hora tercia, apareció en el cielo una cruz grande, hecha de luz, y que se extendía sobre el Gólgota hasta el monte santo de las Olivas, la cuál fue vista no solamente de unos cuantos, sino de toda la gente de la ciudad, y con evidencia suma pues no pasó volando a los ojos de todos, sino que estuvo a la vista muchas horas, y más resplandeciente que los rayos del sol. Fue tanto que acudieron a la iglesia en tropel jóvenes y viejos, hombres, y mujeres de toda edad, hasta las doncellas más retraídas en sus casas y habitaciones, indígenas y extran­jeros, cristianos y gentiles, venidos aquí de todas- partes. Todos ellos unánimes y como a una voz, alabaron a Jesucristo nuestro Señor, Hijo Unigénito de Dios y obrador de maravillas, conociendo por experiencia la verdad de la fe de los cristianos» (Epístola 'ad Constantinum'; v. Migne, t. 33, col. 352).

Obras y doctrina: La Iglesia honra a San Cirilo como el príncipe de los catequistas. La catequesis era en su tiempo la enseñanza oral que prepa­raba a los catecúmenos para la recepción del bautismo. Y en este género sencillo y popular San Cirilo nos ha dejado una obra maestra en sus famo­sas catequesis. Todas ellas en número de 23 y una pro catequesis, datan del primer año de su pontificado. No las escribió él mismo, sino que a medida que el Santo hablaba, los taquígrafos se encargaban de trasladarlas a la es­critura.

Su estilo: Por esto su palabra tiene los defectos y las cualidades del es­tilo hablado e improvisado; es práctica, viva, cordial, interesante y a veces patética y apremiante. De cuando en cuando algunas digresiones y parénte­sis largos vienen a entorpecerla algún tanto; pero de ordinario, la sencillez, la claridad y el método resplandecen de un modo particular.

A los términos filosóficos introducidos en su tiempo prefiere las fórmu­las consagradas por la antigüedad. No es un teólogo al estilo de San Atanasio, es un catequista que instruye piadosamente y trata de preservar del error a, sus queridos oyentes, y por esto es precisamente por lo que hoy: día ocupa un puesto distinguido entre los grandes maestros del pensamiento cristiano.

Resumen de su obra: La Pro catequesis trata de la grandeza de la gracia que se da a los que se bautizan; en las cinco primeras versa sobre el pecado; la penitencia y la fe; y las trece que siguen son una exposición continuada del símbolo bautismal de Jerusalén, el cual era muy semejante al que redac­tó un poco más tarde, en 381, el sínodo de Constantinopla. En las cinco úl­timas, que son las más importantes, a pesar de ser más breves, da una cabal inteligencia de los ritos y ceremonias del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía. Son las catequesis llamadas «Mistagógicas» en las cuales su lenguaje se reviste de una gracia más suave, de una más tranquila y afec­tuosa cordialidad, bien sea por el asunto mismo de que trata, o bien por dirigirse a los neófitos, los nuevos retoños de la Iglesia.

Estas cinco catequesis mistagógicas constituyen uno de los monumentos más preciosos de la antigüedad cristiana, pues son de un valor incompara­ble para el estudio de la historia del dogma y de la Liturgia. Por esto no es de extrañar que algunos protestantes las hayan querido interpolar y hacer­las pasar como apócrifas, pues veían en ellas retratador con demasiada cla­ridad las doctrinas católicas sobre el celibato eclesiástico y la virginidad, la Eucaristía y el culto de las reliquias e imágenes de los santos.

Es de advertir una circunstancia que añade un alto valor a la obra de San Cirilo, y es que el Santo escribió antes de la aparición de los grandes doctores y en medio de las polémicas y discusiones más ruidosas. No obs­tante, el fondo de su doctrina es de una ortodoxia segura e irreprochable.

Acerca del «Omousios» parece que en sus primeros tiempos estuvo algo indeciso; pero más tarde impugnó repetidas veces la doctrina de los arríanos.

Y así hablando de la Trinidad expone sus creencias del siguiente modo: «Nuestra esperanza está en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. N opredicamos tres dioses. ¡Callen los Marcionistas! No admitimos en la Tri­nidad ni confusión como Sabelio, ni separación como hacen otros». Estas últimas palabras son, sin duda, una alusión evidente a los partidarios de Arrio. Otro de los misterios que con más precisión y energía ha expuesto San Cirilo es el de la presencia real. Sus expresiones en este sentido se han hecho clásicas. «Bajo la figura del pan, dice a sus queridos neófitos, recibís el cuerpo de Cristo; y bajo las apariencias de vino recibís su sangre, y esa recepción hace de vosotros un sólo cuerpo y una sola sangre con El». Curiosa y notable es también esta frase que nos describe la manera de presentarse los fieles a la sagrada mesa:> {(Haced de vuestra mano izquierda como un trono en que se apoye la mano derecha, que ha de recibir al rey. Santificad luego vuestros ojos con el contacto divino y comulgad. No perdáis la menor partícula. Decidme, ¿si os entregasen pajuelas de oro, no las guardaríais con el mayor cuidado? Pues más preciosas que el oro y la pedrería son las especies sacramentales».

En otro lugar dice: «Recibiendo el cuerpo y la sangre de Cristo nos ha­cemos concorpóreos y consanguíneos con El; convirtiéndonos de este modo en portadores de Cristo (Cristofóro), distribuyéndose su carne y su sangre por nuestros miembros».

Tampoco se olvidó de los difuntos en la Santa Misa (Cat. 23, 9: «Acordémonos entonces de los que ya duermen en el Señor..., pues creemos que será para ellos gran provecho el que ofrezcamos por ellos oraciones en presencia del santo y asombroso sacrificio... Ofrecemos el Cristo inmolado por nues­tros pecados, reconciliando al Dios piadoso en favor nuestro y de ellos».

El método que hemos seguido en la traducción ha sido el amoldarnos lo más estrictamente posible al original griego, sirviéndonos, desde luego, de la preciosa traducción latina del Maurino Toutté (Migne P. G., t. 33), para que se deje entrever más plenamente el estilo característico del Santo, con todas sus cualidades y defectos; y aunque alguna vez la frase no corra tan fluida como pudiera desearse, y las repeticiones de palabra se sucedan de vitando en cuando, hemos consentido en dejarlo así para que se saboree me­jor la palabra sencilla y clara del santo catequista. Ojalá que cuantos se de­dican a la predicación y enseñanza del catecismo, que tatito auge en nues­tros días va tomando, imiten al santo doctor, y él haga que, como dice la oración Colecta de su Misa, «conociendo mejor al que es Dios verdadero y a su enviado Jesucristo, merezcamos todos ser contados entre las dóciles ovejas que oyen su vos».