terça-feira, 11 de dezembro de 2007

Lactâncio

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Llamado el Cicerón cristiano por su elegante manejo de la lengua latina, Lucio Cecilio Firmiano Lactancio nació en el Norte de Africa, hacia el año 250, de familia pagana. Recibió una educación esmerada y adquirió cierto renombre como maestro de Retórica, por lo que el emperador Diocleciano le llamó a Nicomedia, para enseñar en la escuela que había fundado en la nueva capital del Imperio. Fue allí donde probablemente abrazó la fe cristiana. Durante la última gran persecución, hacia el año 303, se vio obligado a abandonar su cátedra y a exilarse en Bitinia. Después del Edicto de Milán, Constantino le llamó a Tréveris para confiarle la educación de Crispo, su hijo mayor. Poco más se sabe de la vida de Lactancio, que debió de morir en torno al año 317.

Entre sus escritos destacan los siete libros sobre las Instituciones divinas, que constituye el primer intento de redactar en latín una suma de toda la fe cristiana. Su enseñanza se desarrolla preferentemente dentro del campo de la moral natural; es muy inferior en los aspectos estrictamente teológicos. También por esta razón, Lactancio no es contado en el número de los Padres de la Iglesia, sino en el de los escritores eclesiásticos.


En los párrafos que se recogen, muestra—contra las fábulas paganas—que la sociedad humana tiene su origen en la voluntad de Dios, que ha creado al hombre a su imagen y semejanza; de ahí deriva el deber de la solidaridad entre los hombres.


LOARTE

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